
Por: Alicia Villavicencio
“Vengo a hacer un cambio en el estado”, es un comentario común de los que precisamente no han cambiado nada. Los aspirantes de otros partidos se deshacen de sus ropajes, “vengo como ciudadano” aseguran en las entrevistas de banqueta, ellos saben que Cancún los necesita, saben que todo lo pueden cambiar, saben que hay mucho por hacer aunque nunca lo hayan hecho en sus anteriores encomiendas, pero es que, Morena es la esperanza de México y ellos piensan que son la esperanza de Morena
Desde temprano la ebullición de aspirantes a candidatos de MORENA comienza a llenar lo mismo la avenida Kabah en la región 92 como las oficinas de gobierno esperando obtener los últimos documentos para cumplir con todos los requisitos solicitados

De hecho, las listas de requisitos varía: hay quien incluso tiene en sus manos las solicitudes que entregan adentro y no les falta ningún documento porque de primera mano recibieron el llamado, otros más se enteran llegando que debían llevar una foto a color o que no les pidieron antes la constancia de vecindad, pero prefieren no moverse de las serpenteantes filas que ya a las once de la mañana se han transformado en un muégano humano que abarca la mitad de la avenida
Y es que, a manera de demostrar que eran candidatos fuertes, los aspirantes de otros partidos que ya han ocupado cargos públicos llegan acompañados de decenas de amigos y acarreados para que a través de la manifiesta preferencia de sus allegados MORENA se dé cuenta de cuánto le convienen. A los responsables del registro poco les importan esas fastuosas demostraciones, adentro ellos se guían por el número de ficha, afuera todos tienen su favorito

Fotos llegando, fotos volteando, fotos botezando, agachándose, y fotos de “me hago el que la virgen me habla”, en una hora o media hora en lo que se reparten las fichas que les darán acceso al llenado de sus solicitudes y entrega de sus documentos
Conforme pasan las horas es tal la enjundia por demostrar su fuerza política, que los elementos de tránsito terminan por cerrar la avenida Kabah desde la av. López Portillo hasta la ruta 5, y los autos deben circular por una calle paralela para poder surcar esa distancia, lo que genera insultos entre automovilistas y agentes de tránsito: un hombre de auto rojo grita –Hasta ahora se te pegó tu &$%$&& gana dejarnos pasar- -¡Cuando quieras!- le responde el agente
Frente a la puerta del partido, la aglomeración por momentos deja de vibrar, ya no hay tantos gritos, solo señoras, hombres, priíistas, perredistas, panistas, convergencistas, nuevaaliancistas, y muchos istas mirando a la puerta sin hablar, esperando una señal que no llega, esperando que el joven de camisa blanca anuncie que ya es hora de que pasen los del distrito 3, del 4, o que por lo menos sigan entregando fichas para los distritos que faltan, otros más preparados para el momento en que su amigo, su político favorito surque la puerta y puedan comenzar sus gritos de alegría y de apoyo

¡Aún no terminan de pasar los del distrito 3!- dice uno, -¡Ah si!, dicen que son más de 50- apunta otro hombre y es que las conversaciones entre todos ya se han vuelto generales por la cercanía de los cuerpos, por eso algunos funcionarios prefieren mantener silencio, ya es de por sí vergonzoso que una personalidad tan importante en su puesto tenga que venir a formarse más de una hora entre el pueblo común, en la calle, empapándose del mismo sudor, sufriendo el mismo calor y la misma esperanza de ser atendido como para llamar más al atención
Los únicos que se divierten en este remolino de gente de todas clases sociales, son los acarreados, o invitados a vitorear, quienes platican, bailan, saludan, ríen a carcajadas, abrazan Y es que, ellos solo tienen que hacer lo mismo de siempre, no están fuera de lugar, solo frente a la puerta de otro partido, esta puerta de cristal con una manta arriba que dice MORENA que no se parece a la del PRI, el PAN o el PRD.

“Los priístas que dicen que ya no son vienen con sus acarreados como siempre”, expresa una mujer de vestido de flores rosas, pero en la bola ya no se sabe quiénes son prisitas ni de ningún partido, ni de quién son los simpatizantes, porque lo mismo levanta uno del PRD la mano que alguien del PRI.
Cuando finalmente escuchan su número, caminan seguros hacia la puerta, levantando la cabeza, sonriendo triunfantes, con pasos fuertes y largos, abriéndose paso entre la multitud, partiendo plaza en el clímax del festejo, pero una vez adentro se acaba el glamour, hay que sentarse en las largas mesas a llenar sus solicitudes, igual que el hijo de la vecina, igual que a todos los que oyeron que la convocatoria era abierta.
En las solicitudes, hay poco espacio para que algunos describan toda su trayectoria, a otros más les sobran cuadritos.

No faltan los antiguos y nuevos funcionarios de quién sabe ahora qué color de partido que llevan a sus secretarios, los que se encargan de llenar los formularios, los que se forman mientras sus jefes actúan como la rubia mujer de vestido claro y flores que ríe, se toma fotos con los encargados de las mesas, con los demás aspirantes a manera de quedar como estrella y verse favorecida con la aceptación de sus papeles.
“Vengo a hacer un cambio en el estado”, es un comentario común de los que precisamente no han cambiado nada. Los aspirantes de otros partidos se deshacen de sus ropajes, “vengo como ciudadano” aseguran en las entrevistas de banqueta, ellos saben que Cancún los necesita, saben que todo lo pueden cambiar, saben que hay mucho por hacer aunque nunca lo hayan hecho en sus anteriores encomiendas, pero es que, Morena es la esperanza de México y ellos piensan que son la esperanza de Morena.

El registro continúa hasta entrada la noche, son muchos papeles a llenar adentro, hay que hacer sumas, restas, y un comentario general a la pregunta de los responsables del registro: “trae su proyecto legislativo?” o sea, ¿que va a hacer como diputado?, ¿que va a proponer?, y una respuesta común: “no, no lo traigo”, genera la duda de entonces ¿a qué vienes? Que se responde como un joven de camisa roja –es que aquí pagan bien- un sentimiento que comparten seguramente con quienes desean repetir el cargo.